CUENTO: Don Peppino, el Jardinero  

AUTORA: Ana Quaranta.

Don Pepino era un buen jardinero y buena persona. Lo llamaban por todas partes en su pueblo para los trabajos de los jardines. El tenía su propio jardín y le gustaban mucho las flores de todas clases. Cuando encontraba alguna que no tenia, la compraba y la plantaba en su jardín.
Un día entró en una peluquería para cortarse el cabello. Mientras esperaba su turno tomó unas revistas de su revistero, empezó a hojearlas y vio en una página  un dibujo: era una ventana en la cual colgaba una maceta con una bella flor. Esa bella flor se llamaba Petunia y como le gustó para plantarla en su jardín, hizo lo imposible para encontrar esas semillas.
Mientras estaban sentados, Don Peppino y Doña Carmelina, su señora, tomando mate él le comentó que quería sembrar semillas de Petunia en su jardín. Fue entonces cuando se levantó y fue a ver el almanaque. Para si dijo; la luna entra en cuarto menguante y el pronóstico anuncia lluvia. Pensó esto porque él sabía que las siembras se realizan en cuarto menguante porque las semillas germinan mejor y entonces fue a sembrarlas en el almácigo que tenía preparado para cuando viniera la lluvia.
A la mañana siguiente lo primero que hizo fue abrir la puerta para salir al jardín y vio el vuelo de muchos pájaros sobre el sembrado de las semillas que tanto le había costado conseguir. Indignado le dijo a Carmelina:
-¿Viste Carmelina? Los pájaros se comieron todas las semillas-suspiró Pepino.
- Qué lástima Peppino, si hubiese llovido, las semillas hubieran estado bien metidas en la tierra y los pájaros no se las hubieran comido- respondió Carmelina.
Don Peppino seguía pensando en las semillas perdidas y hasta pensó en llamar a su amigo Michele de Berazategui para saber si se las podía conseguir. Había quedado defraudado por los pájaros y pensaba tanto hasta que se acordó que, cuando él era chico, su abuelo en medio de la huerta ponía un muñeco que era como un pájaro y rápido se fue al galpón buscando algo con que fabricar ese muñeco. Tomó un palo largo y un palo corto. Luego le pidió a Carmelina un pantalón y el saco más viejo que era del hijo, y vistió a los palos atados en cruz. Después pintó los ojos, la boca y la nariz en una pelota que clavó en la punta del palo, a modo de cabeza. Hizo un hoyo en el jardín y lo enterró, un poco, para que quede parado. Por último le puso un gran sombrero de paja y un pañuelo al cuello.
Mirando su obra de arte, le dijo a ésta:- Te voy a llamar como mi amigo Michele. Ahora serás Miguele, el espantapájaros.El espantapájaros sonrió para sus adentros y pensó:- el viejo está contento porque le cuido las plantas y yo…tengo un amigo…
 Un día en que los hijos de Don Peppino y Carmelina, estaban de visita, llegó su Michele  trayéndole las semillas de Petunia. También llegaron algunos vecinos a saludar a Carmelina.
Estaban todos en el jardín admirando y felicitando a Don Peppino por la obra de arte realizada en el espantapájaros cuando el nieto, Giusepino que sólo sabía decir mamá y papá, comenzó a decir “ te te te- hasta terminar la frase- “te quiero” a su abuelo Don Peppino, abrazándolo.