UNA FELIZ PRIMAVERA
AUTORA: Dora Angélica Salinas
 VALOR: ALEGRÍA    (Compartir con armonía)                   
Así como se asocia el otoño a la vejez, se vincula la primavera a la juventud.
A los 83 años de vida, quiero dar una grata noticia a la gente que piensa en una división tan drástica: no dejamos de sentir el renacimiento de la naturaleza, la sentimos en el cuerpo y en el alma, pero -y esto es lo mejor- sentimos el perfume, la emoción, la inocencia y el amor de muchas primaveras pasadas.

Recuerdo, que en unas vacaciones, mientras recorríamos el camino, imaginábamos cómo sería la cabaña donde nos albergaríamos. La zona era Bariloche, transitábamos un camino sinuoso, la hora era avanzada y la cabaña estaba ubicada en un lugar solitario.                  
En un principio el plan era dirigirnos a un campamento, pero Pablo -un gran compañero- conocía este lugar y nos dio total seguridad de que pasaríamos una semana donde podríamos oír solamente la naturaleza, sin los ruidos molestos de la ciudad. Durante meses habíamos planeado este viaje para que nada fallara.
¡Compartir! significa convivir en armonía. ¡Finalmente llegamos!. La cabaña era hermosa, estaba muy bien equipada con rústicos muebles de madera y hermosos cuadros.
 La vivienda era para cuatro personas, nosotras éramos tres, mi hija, mi amiga Susy y yo. Esperábamos que Pablo llegara, ya que nos había prometido venir para compartir estas vacaciones.
 A la mañana siguiente escuchamos unas campanas no muy lejos. Salimos a recorrer los alrededores y llegamos a un pequeñísimo centro. Nuestra amiga Susy estaba cansada y se volvió. Con mi hija Graciela recorrimos el lugar y vimos una plaza llena de niños jugando y una capilla chiquita con un campanario muy antiguo.
Regresamos a la cabaña, nos pusimos a cocinar, poner la mesa ... y de pronto ¡llegó Pablo!. Nos sentamos a la mesa a almorzar con la alegría de estar juntos y disfrutar de una comida riquísima.
Él es una persona cariñosa, bondadosa, siempre dispuesto a ayudar.
 Recordó su infancia, sus vacaciones en este lugar cuando era niño acompañado de su tía Raquel, la que pintaba los cuadros que están en la cabaña. Ella siempre comentaba que la tranquilidad del lugar la inspiraba. Pablo se emocionó al recordarla.
Todos nos sentíamos tan felices al sentir el silencio del lugar, el perfume de las flore s y el canto de los pájaros. Él nos decía que viviéramos el día a día pero pronto tuvimos que regresar para retomar nuestras actividades de trabajo en la ciudad.

Hoy, a los 83 años, al escribir esta narración, siento la misma alegría de tantas felices primaveras que viví en un eterno renacer. También recuerdo con alegría que me casé llena de ilusiones un 21 de setiembre